miércoles, 5 de agosto de 2009

El poder de la mente

Es algo que todo el mundo sabe pero muchos no recuerdan. Todo está en la mente. Recuerdo que cuando era pequeña y algo no me salía bien me enfurecía y pataleaba ¡Todo me sale mal! y mis padres me decían que si ya estaba predispuesta a que saliera mal, saldría mal. Si crees que no puedes ten por seguro que no podrás, si por el contrario tu actitud es positiva y crees que puedes, lo lograrás. Crecí con ese modo de pensar, creyendo en mí misma y en que todo es posible si de verdad así lo crees. Tuve una infancia feliz y afortunada a pesar de que el dinero no abundaba en mi familia. Luego te haces mayor, adquieres responsabilidades y empiezas a olvidar todo aquello que sabías y que te hacía el camino más fácil. De niños vivimos siempre el presente, no nos anclamos en el pasado ni nos preocupamos por el futuro, simplemente disfrutamos el momento. Y ahí está la magia. El año pasado empecé a recordar toda aquella magia que creía perdida en el tiempo. Todo empezó sentada delante de este mismo ordenador cuando apareció en mi mente una pregunta: ¿Que harías si supieras que puedes hacer cualquier cosa? Pensé que quería dejar el trabajo en el que estaba, no me gustaba en absoluto, no me dejaba tiempo para mi; pensé también que quería vacaciones, viajar a un lugar exótico, y sobretodo que quería mi espacio, independizarme, irme a vivir con mi novio a un precioso pisito y disfrutar llevando las riendas de mi propia vida. Si me iba de casa necesitaría un coche, ya no podría coger el de mis padres, así que también me visualicé con mi propio coche. Empecé a teclear en google todo aquello que quería en mi vida, durante una larga temporada fingí que realmente se estaba operando el cambio, lo sentí como si fuera real. Buscaba pisos en alquiler y coches de segunda mano por internet, pasaba horas mirando todo tipo de viviendas, hasta las más lujosas, imaginando que vivía en ellas. Un día me topé con unas fotos de un piso y tuve una corazonada, era el piso que yo quería: pequeño, moderno, juvenil y totalmente equipado, con una amplia cocina de paredes azules, las imágenes se me quedaron grabadas en la retina. Busque los datos del piso: estaba en mi pueblo y solo pedían 490 euros de alquiler, pero me sentí decepcionada al ver que ya estaba alquilado. Bueno almenos sabía que quería algo parecido a eso, cada vez que me visualizaba en mi piso me imaginaba en ese piso. Pasaron los meses y yo seguía con mi rutina de dedicar algunos minutos de mi escaso tiempo en visualizar la vida que quería. Llegó un momento en el que mi novio y yo hablamos de irnos a vivir juntos y decidimos ir mirando agencias inmobiliarias. Nos lo tomamos con calma, fuimos a una agencia inmobiliaria y nos hablaron de varios pisos de los cuales no hubo ninguno que captara nuestro interés, todos o demasiado caros o totalmente vacíos, para entrar y amueblarlos. Ya saldrá algo, pensamos, seguro que hay algo para nosotros. Y fuimos dejándolo pasar... por falta de tiempo quizás, o por miedo a afrontar un cambio tan grande. Hasta que un día una amiga me comentó que en el períodico local había un par de anuncios de pisos en alquiler que parecían estar bien, no suelo ser muy lanzada para estas cosas pero cogí el teléfono y llamé al momento. Al otro lado del teléfono una mujer me explicó que era un piso pequeño y totalmente amueblado, ideal para una pareja, pedían 550 euros al mes. Me dijo que mi llamada era muy oportuna ya que había quedado en una hora con más gente para enseñarlo y que si me interesaba podía aprovechar la ocasión y verlo. En ese momento dudé, quería ir a verlo con mi novio pero el no podía en ese momento así que le llamé y me dijo que fuese yo y le contase que tal. Al cabo de una hora acudí puntual a la cita, la dueña del piso me esperaba y me guió hasta el lugar. Después de un largo tramo de escaleras (era el tercer y último piso) me abrió la puerta del inmueble, y cual fue mi sorpresa al ver que se trataba del mismo piso del cual me encapriché en internet, no era parecido, era el mismo. De entre montones de viviendas que podría haber visitado fue ese piso el que apareció ante mis ojos. Las cosas no suceden por casualidad. La dueña me dijo que había mas gente interesada por delante de mi y que me llamaría. Yo sabía que era mi piso, ya había estado viviendo ahí en mi mente. A Sergi también le gustó cuando fue a verlo, y tal como yo imaginé la gente que había por delante de nosotros no estaba tan interesada y la oportunidad fue nuestra. Y aquí estoy ahora, en mi piso, escribiendo estas líneas desde mi habitación, año y medio después de independizarme y empezar a vivir aquí.




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