lunes, 29 de diciembre de 2008

Marruecos I. Tánger, Asilah.


Ha sido un viaje inolvidable, de esos que te dejan huella. Una parte de mi se quedó entre las dunas del desierto y no quiere volver. Sin nada planeado, sin ninguna reserva de hotel, equipados con una mochila y la guía Lonely Planet, nos embarcamos el 11 de noviembre en un ferry de Algeciras rumbo a Tánger. Los delfines nos acompañaron parte del camino, alegres saltarines entre las olas. El barco se demoró mas de la cuenta en llegar a puerto y cuando lo hizo ya había anochecido. Pisamos África por primera vez la mayoría, el aire olía diferente. Una mujer guardia portuaria nos aconsejó que fueramos directos al hotel sin parar a hablar con nadie, le hicimos caso y fuimos directos a buscar hotel. Sabíamos que éramos el centro de todas las miradas, se sentían como alfileres pinchándote en la piel. Al fin encontramos el hotel Biarritz, al que pensábamos acudir siguiendo los consejos de la guía, pero nos quedamos pasmados cuando nos dijeron que no tenían habitaciónes libres ¿Y ahora que?... Estábamos en un continente desconocido para nosotros y para una referencia que teníamos de un hotel bueno nos quedamos sin habitación. Hubiera sido para grabarnos las caras que debimos poner en ese momento. Pero no podíamos rendirnos tan pronto, ¡Acabábamos de llegar! En el mismo paseo marítimo seguro que algún hotel tenía habitaciones en pleno noviembre. A la derecha del Biarritz, caminando un poco, encontramos un letrero azul que ponía "Hotel Cecil", de aspecto algo cutre por fuera decidimos preguntar. El precio era exageradamente barato, 6 dirhams por cabeza (60 céntimos de euro) así que imaginamos que no debía ser muy agradable el interior. Los pasillos parecían sacados de una película de terror y las puertas estaban desvencijadas (y yo no soy precisamente muy tiquismiquis, me conformo con cualquier cosa). Pero eso superaba todas mis expectativas, al abrir la habitación se nos cayó el alma al suelo, las camas super cutres y sucias, la puerta no se podía cerrar, la ventana estaba totalmente rota, y lo peor era el baño... totalmente indescriptible, una bañera negra de porquería y no hablemos del water, que ni en mis peores pesadillas podría haberlo imaginado así. Todas las ganas que tenía de ir al baño se me cortaron de inmediato. Salimos de ahí como alma que lleva al diablo. Preferíamos quedarnos en la calle. Volvimos sobre nuestros pasos, dejando atrás al Cecil y al Biarritz, y en una esquina encontramos el hotel Valencia. Habían habitaciones libres, 100dh por persona (unos 10 euros). Subimos a verlas y nos quedamos maravillados, aunque eran normalitas estaban muy limpias, tenían baño con ducha y agua caliente, al lado de las otras eran el paraiso. Al día siguiente decidimos salir pitando de Tánger, había demasiado por ver en Marruecos y no íbamos a perder nuestro precioso tiempo en una ciudad gris y decadente como esa. Cogimos un Grand taxi, en el que conseguimos encajar los seis más el conductor y nuestras mochilas, y nos dirigimos a Asilah, un pueblecito costero a tan solo 50 km. de Tánger. La carretera en este país es toda una aventura, su manera de conducir es algo diferente a la nuestra.
Llegamos a destino y cruzamos el pueblo, mochilas a la espalda, en busca de nuestro siguiente hotel, aunque esta vez teníamos todo el día por delante. No tardaron mucho en ofrecernos una casa barata en la medina, todo tipo de drogas y guiarnos a cualquier lugar, pero nos hicimos los sobrados, les dijimos que ya teníamos de todo y no nos faltaba de nada y aún así no se nos despegaban. Como después de caminar un rato las mochilas pesaban un quintal decidimos pararnos a comer a una terraza. Descansamos, comimos y consultamos la guía con tranquilidad. Se quedaron dos en la terraza guardando las mochilas y el resto nos fuimos en busca del hotel Sáhara que, libres de peso, encontramos enseguida. El día en Asilah pasó rápido, la parte de la medina pegada al mar es preciosa y fundimos nuestras cámaras de fotos en su interior. Por la noche decidimos que al día siguiente viajaríamos a Chefchaouen, Asilah estaba bien pero Marruecos prometía pueblos más pintorescos y más auténticamente marroquíes. A la mañana siguiente aceleramos nuestra salida hacia Chefchaouen a causa de un pequeño problema que nos quisieron ocasionar un par de vendedores de hachis, que nos hicieron sentir muy incomodos en el lugar. Los chicos y yo fuimos a la estación de taxis a negociar un viaje para seis hasta Chefchaouen y después de un buen rato de tira y afloja llegamos a un acuerdo, 600dh entre todos (60 euretes). Nos pareció muy razonable pagar 10 euros cada uno por un viaje tan largo en taxi (unas 3 o 4 horas), para ser nuestra primera inmersión en el mundo del regateo no estaba tan mal. Pasamos por el hotel a recoger a las chicas y nuestros equipajes y partimos rumbo al pueblo azul de las montañas. Chefchaouen significa "mira las cumbres", pues está rodeado por montañas.

Primera noche en Marruecos, cenando en Tánger


Tánger a la mañana siguiente



Ventana azul en Assilah

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