lunes, 13 de agosto de 2007

Oigo acercarse al "Dahaka"

Los días transcurren, largos, larguísimos, eternos, interminables cuando trabajo, como y respiro como una autómata. Trato de que me guste lo que hago para que el tiempo despliegue sus alas y alce el vuelo, pero engañarme a mi misma resulta un juego muy difícil. Siempre gano yo, mi yo auténtico descubre a mi otro yo superficial agazapado en la oscuridad a punto de abalanzarse sobre mi consciencia. No le tengo miedo al tiempo, prefiero pasarlo bien, disfrutar, y que corra y me alcance hasta devorarme, prefiero eso a verle asomar el hocico desde lejos mirándome en la distancia con sus ojillos rojos.
En cambio, cuando tu estás a mi lado, cuando al despertar percibo tu aroma en mi piel y siento tus dedos escribiendo jeroglíficos en la mía, el tiempo parece revivir y se lanza a la carrera tras mis talones, permanece justo detrás olisqueándome la nuca. Es entonces cuando quisiera poseer el poder de las arenas del tiempo, como el príncipe de Persia, y escapar de las garras del Dahaka.
Ese es el motivo por el que no tengo reloj, lo hablábamos el otro día, no tengo reloj ni lo quiero, no soportaría ver pasar las horas infinitas cuando no esté contigo, ni las pocas horas veloces hasta el 26. Quizas cuando vuelvas me compre uno.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jo! nena!! yo tambíén pienso mucho cuando llegue ese día! :(
Da igual dónde esté yo, siempre estoy contigo!

Akasha dijo...

Nada, a disfrutar lo que queda... que es poco pero puede dar para mucho... y cuando te vayas ya me encargaré yo de darle una paliza al tiempo para que corra rápido y ya verás que en un plis estás de vuelta :)